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Le Mura 1: La historia de un niño de ojos azules que vivió hace 17 mil años

Este descubrimiento ha permitido conocer más sobre la vida de los cazadores-recolectores europeos del Paleolítico Superior.

Le Mura 1: La historia de un niño de ojos azules que vivió hace 17 mil años

CIUDAD DE MÉXICO.- Un equipo de investigadores ha desvelado recientemente un fascinante hallazgo en la cueva Grotta delle Mura, en el sur de Italia: el esqueleto de un niño de aproximadamente 17.000 años de antigüedad, conocido como Le Mura 1. Este descubrimiento representa una oportunidad excepcional para explorar la vida de las antiguas poblaciones humanas de Europa. La cueva, situada en Apulia, fue habitada por comunidades de cazadores-recolectores durante el Paleolítico Superior, y se cree que este niño fue enterrado con cierto grado de ritualismo, ya que su cuerpo estaba cubierto por losas de roca.

El estudio de Le Mura 1 ha sido llevado a cabo mediante un análisis multidisciplinario que incluyó estudios de ADN, exámenes paleoantropológicos y técnicas avanzadas de histología dental. Estos análisis han permitido a los científicos conocer detalles sobre la vida y la salud del niño, brindando una visión más completa de la transición del Paleolítico Superior en Europa. Según los expertos, los resultados ofrecen evidencia valiosa sobre prácticas funerarias antiguas, la salud en la infancia y las relaciones familiares de estas comunidades prehistóricas.

Rasgos Físicos y Diversidad Genética

Una de las conclusiones más sorprendentes de este análisis es la identificación de los rasgos físicos de Le Mura 1, quien poseía una combinación de piel oscura, ojos azules y cabello rizado oscuro. Esta apariencia resulta de interés, pues desafía la imagen convencional de los europeos antiguos con piel clara. Los investigadores sugieren que estos rasgos eran comunes entre los cazadores-recolectores del Paleolítico Superior y reflejan la diversidad fenotípica en Europa durante ese período.

El análisis de ADN mostró que Le Mura 1 pertenecía al haplogrupo Y I2a y al mitocondrial U2’3’4’7’8’9, típicos de cazadores-recolectores del sur de Europa. Este descubrimiento indica una conexión genética con otras poblaciones de Sicilia y el sur de Italia, lo cual sugiere un nivel de aislamiento y consanguinidad dentro de estas comunidades, posiblemente debido a su baja movilidad y a la práctica de matrimonios entre familiares cercanos.

Movilidad y Condiciones de Vida

Otro aspecto interesante revelado por los análisis es la escasa movilidad de estas poblaciones. Los estudios de isótopos de estroncio en los dientes de Le Mura 1 mostraron que tanto él como su madre vivieron en la misma región durante toda su vida. Este hallazgo contrasta con la movilidad observada en otros grupos paleolíticos y sugiere que las condiciones geográficas de la región ofrecían recursos suficientes para el sustento sin necesidad de migrar grandes distancias.

En cuanto a su dieta, aunque los análisis no fueron concluyentes debido a la alteración natural de los restos, los investigadores deducen que probablemente consistía en una combinación de caza y recolección, similar a la de otros grupos de cazadores-recolectores. La falta de objetos funerarios en la tumba de Le Mura 1 también sugiere que estos grupos no poseían una cultura material compleja, lo cual es consistente con la evidencia arqueológica de la época epigravetense.

Impacto del Estudio y Refugios Glaciares

Los refugios glaciares en el sur de Europa fueron vitales para la supervivencia de estas poblaciones durante el último máximo glacial. La cueva Grotta delle Mura se convirtió en un santuario natural en un periodo de cambio climático que llevó a los habitantes de Europa a adaptarse a nuevas condiciones ambientales. La llegada de poblaciones desde el norte trajo consigo cambios genéticos significativos, creando un mosaico de variabilidad genética que dejó huella en las poblaciones modernas.

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En resumen, el análisis de Le Mura 1 no solo nos acerca a la vida cotidiana de los habitantes del sur de Europa hace miles de años, sino que también resalta la riqueza genética de estos grupos y su capacidad de adaptación. Este hallazgo profundiza nuestra comprensión de los primeros europeos, revelando un retrato de diversidad y conexión con sus entornos, características que fueron esenciales para la supervivencia en un mundo en constante transformación.

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